La UCR busca ser ejemplo de ciudad sostenible mediante diversas acciones en pro del ambiente
Por: Nidia Burgos Quirós / 0 comentarios / 20 octubre 2022
La Universidad de Costa Rica (UCR) está llamada a generar el conocimiento requerido por la sociedad costarricense para colaborar con la sostenibilidad del país, pero también pretende ser ejemplo de ciudad sostenible en cada uno de sus campus en todo el país.
Durante el conversatorio ‘Ciudades universitarias sostenibles’, realizado en el marco del 50 aniversario de la Vicerrectoría de Administración (VRA), realizado el 28 de setiembre pasado, tanto la Unidad de Gestión Ambiental (UGA), como la Oficina Ejecutora del Plan de Inversiones (OEPI), plantearon las acciones que están realizando para alcanzar la sostenibilidad en las diferentes fincas universitarias.
Al respecto, Kathia Elizondo Orozco, coordinadora de la UGA, ofreció inicialmente un marco en el cual se ubica el Objetivo 11, sobre Ciudades y Comunidades sostenibles,de la Agenda 2030 de las Naciones Unidas, que establece además otros 16 objetivos y sus metas, para alcanzar, dentro de ocho años un mejor nivel de sostenibilidad mundial.
En ese sentido, comentó que, desde hace 50 años, se analizó que el desarrollo que se llevaba iba a afectar de forma importante la sostenibilidad para las futuras generaciones y luego en 1992, en la Cumbre de Río se acordó la Agenda 21, y fue cuando se promovieron compromisos para equilibrar el desarrollo, pero también la conservación y la protección del ambiente. En esta reunión es donde por primera vez se trata el concepto de desarrollo sostenible.
En el 2002 se realiza la Cumbre Mundial sobre Desarrollo Sustentable (Río +10), donde se confirma que los resultados a la fecha no lograron cumplir con la Agenda 21. Y se considera que hay que implementar nuevas estrategias para lograr un equilibrio entre el crecimiento económico, el desarrollo social y la protección del medio ambiente.
Posteriormente, en el Acuerdo de París, del 2015, surge la Agenda 2030, que tiene un horizonte de 15 años para ver si las medidas que toman los países pueden tener resultados en el desarrollo sostenible.
En el 2021, en Glasgow se hizo un reconocimiento de la emergencia climática en la que se está actualmente y que se deben intensificar las acciones por el clima, pues no se está logrando el horizonte de dos grados máximo de incremento de las temperaturas globales.
“Debe de haber un abandono de los combustibles fósiles; es ahí donde entra el concepto de descarbonización, fuertemente, donde no podemos seguir utilizando combustibles que generen emisiones de dióxido de carbono y se debe pensar ya en la adaptación y resiliencia al cambio climático, porque definitivamente ya si en este momento tomamos medidas y tomamos acciones, van a ser más o menos unos 20 años, 30 años, para que veamos efectos”, expresó Elizondo.
Desarrollo sostenible
De acuerdo con las Naciones Unidas el desarrollo sostenible es el desarrollo que satisface las necesidades actuales, pero sin que comprometer las necesidades de las generaciones futuras; lo que para Elizondo significa poder tener un aprovechamiento de los recursos, pero no llegar a puntos de agotamiento, para que las generaciones futuras sí puedan también seguir en el desarrollo de sus actividades.
Esta definición, de 1987, sigue vigente y se basa en tres factores que son el económico, ambiental y social y para que se dé el desarrollo sostenible deben converger estos tres pilares, de acuerdo con Elizondo.
La Agenda 2030 viene a ser un nuevo esfuerzo para poder orientar las acciones mundiales y lograr el desarrollo sostenible. Está compuesta por 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y entre ellos el Objetivo 11 relativo a Ciudades y comunidades sostenibles.
La importancia de plantearse este objetivo se debe a aspectos como que hay 3.500 millones de personas, o sea, alrededor del 50% de la población mundial está viviendo en las ciudades y para el 2030 se prevé que esta cantidad aumentará a 5.000 millones de personas.
Asimismo, la expansión urbana en el mundo en desarrollo se espera que sea de un 95% en estos territorios.
A pesar de que las ciudades solo ocupan un 3% de la tierra, el impacto ambiental de las ciudades es de entre el 60% y el 80% de consumo energético y el 75% de las emisiones de carbono.
Además, se prevé una mayor presión sobre los recursos naturales, pues se va a requerir que haya más suministro de agua dulce, más sistemas de tratamiento de aguas residuales y también se podrían comprometer los entornos de vida y la salud pública, si no se hace con una adecuada orientación, estima Elizondo.
La calidad del aire es otro de los temas que se compromete, si se toma en cuenta que según datos del 2016 el 90% de los habitantes de las ciudades respiraba un aire de mala calidad, según parámetros de la OMS. Se conoce de 4,2 millones de muertes debido a la contaminación atmosférica.
“Somos parte de ese ambiente, de ese entorno y si nosotros no cuidamos el ambiente y no disminuimos nuestras emisiones; no disminuimos la generación de residuos, no cambiamos hábitos y cultura, vamos a seguir finalmente generando impactos, que a la postre somos nosotros mismos quienes vamos a padecerlos”, expresó Elizondo.
El Objetivo 11, precisamente lo que busca es “lograr que las ciudades y los asentamientos humanos sean inclusivos, seguros, resilientes y sostenibles” y cuenta con siete metas, siendo la meta 7 subdividida en tres metas que buscan asegurar vivienda, el acceso al transporte público, la urbanización inclusiva y sostenible, la protección del patrimonio cultural y natural, además del ambiental.
Por otra parte, está el concepto de Ciudades inteligentes, que también sean sostenibles, la Unión Internacional de Telecomunicaciones, de las Naciones Unidas, incorpora la tecnología, la conexión tecnológica, datos abiertos, con Gobierno abierto, entonces, se ve que hay una interacción entre el Gobierno y los pilares de sociedad, medio ambiente y economía.
El papel de las universidades en este contexto se ve desde la Agenda 21, donde se identifica que la universidad es la generadora del conocimiento, que puede imprimir las características y cualidades que se requieren para la consecución del cambio y llevar el desarrollo sostenible.
También, el Programa Copernicus, de la Conferencia Europea de Rectores, establece que uno de los objetivos de las universidades es, implementar la perspectiva de sustentabilidad en todo el sistema universitario.
La acción de las universidades va en dos direcciones: promover estudiantes con competencias nuevas, para crear una sociedad más sustentable, pero también, reducir el impacto ambiental en sus operaciones.
“Entonces, podemos ver un sinfín de ideas de lo que es el papel de las universidades: el conocimiento, la transferencia del conocimiento, pero somos también un modelo a pequeña escala en nuestros territorios”, manifestó Elizondo.
Específicamente, la UCR, por medio de la UGA promovió, en febrero de este año, el Primer Encuentro de Experiencias en Gestión Ambiental, hacia una universidad sostenible, donde uno de los expositores, el Dr. Orlando Sáenz, decía que una universidad sostenible es aquella que ha logrado construir un sistema permanente, que organiza sus actividades básicas, que finalmente son la formación, la investigación y la extensión, pero también la gestión institucional en función de lograr mayores avances hacia el compromiso de la sustentabilidad del ambiente.
Una de las primeras acciones que ha realizado la UCR es la creación, en el 2014, de la Unidad de Gestión Ambiental (UGA) para liderar los temas ambientales en la Institución y se constituye en la responsable de orientar y gestionar la integración de la dimensión ambiental en los procesos universitarios.
Además, en las Políticas institucionales del 2021 al 2025, dentro de sus 11 ejes incluyó el eje 10, referido al compromiso con el ambiente, donde está esa orientación de disminuir el impacto en el consumo energético, la descarbonización y otras metas.
También, se tiene el Programa de Gestión Ambiental Institucional (PGAI), el cual logro el presente año una calificación de excelencia, para notas superiores a 92,5, obteniendo la UCR un 101%, al menos para la Ciudad Universitaria Rodrigo Facio, y ya se está trabajando en los Programas de Gestión Ambiental de las sedes y recintos.
Por otra parte, en cuanto al tema del cambio climático se tiene la estrategia institucional de acción por el clima, que busca pasar a una adaptación planificada y también se ha trabajado en reducir el cilindraje de los vehículos institucionales y en la sustitución de parte de flotilla por vehículos cero emisiones.
También, se procura bajar el consumo de energía eléctrica y se trabaja en la fijación de carbono, lo cual se procura mediante el trabajo que se realiza en el Vivero institucional, donde se generan especies nativas y de valor para siembras y se trabaja en la rehabilitación ecológica en áreas de protección de cuerpos de agua, en las diferentes sedes de la Institución en el territorio nacional.
Ciudades sostenibles
Para Esteban Camacho Moshein, asistente técnico de la Dirección, de la Oficina Ejecutora del Plan de Inversiones (OEPI) es importante reconocer que el sector de edificios, tanto en su construcción, como en su operación es responsable del 38% (en el 2020) del total de las emisiones de CO2 en el planeta, por lo que se busca definir estrategias hacia una descarbonización progresiva.
Al respecto, se presentan algunas amenazas como la ruptura del equilibrio entre el espacio natural y el construido, el debilitamiento de la calidad paisajística del campus, la susceptibilidad ante eventos climáticos y el aumento del consumo de recursos de la Universidad, principalmente de energía y agua.
Por ello, en la búsqueda de la reducción del carbono incorporado en la infraestructura se han identificado cinco estrategias: el Plan de Ordenamiento Territorial (POT), de la UCR; el marco de priorización de proyectos, implementado desde el año pasado; la evaluación del factor de ocupación de los edificios, además de otros indicadores; criterios de emplazamiento, que busca tomar mejores decisiones al definir qué es huella construida; y están las acciones de mejora continua del desempeño funcional y ambiental de las edificaciones ya existentes.
El POT consiste en un conjunto de acciones concertadas para orientar la transformación, la ocupación y la utilización de los espacios de la Institución y está fundamentado en cinco metas: equilibrio, eficiencia y racionalidad, inclusión e integración, y sostenibilidad de resiliencia, según estima Camacho.
Una de las herramientas que utiliza es el coeficiente de ocupación del suelo y se refiere a una relación entre área edificada y no edificada, o sea, la relación entre la superficie natural o no sellada y la construida.
En Finca 1 (de la Sede Rodrigo Facio), por ejemplo, dentro de la superficie natural, el 65% está determinada por la subcategorización de espacios verdes abiertos.
En el 2019, en la OEPI, se analizó el coeficiente de ocupación del suelo para dicha Finca y se determinó que era de un 56% de superficie sellada, con edificios, calles, o aceras y se decidió reducir este parámetro, de manera que más bien se logre recuperar 4600 metros cuadrados en términos de superficie natural.
Esta decisión implicó establecer una serie de acciones inmediatas como la conversión de superficies selladas a impermeables, la compensación de nuevas áreas construidas con nuevos espacios naturales; hacer una evaluación multicriterio de las edificaciones existentes, para determinar su grado de propensión a ser reemplazadas.
Otro aspecto que se definió fue incrementar la intensidad de uso de la huella edificada, lo que implica no pensar más en construcciones predominantemente horizontales, de un solo nivel; la categorización y puesta en valor del espacio natural.
A pesar de que el POT se ha trabajado para las otras fincas de la Ciudad Rodrigo Facio y se elaboran otros planes de ordenamiento para las sedes regionales, pero específicamente en Finca 1 la meta primordial es apostar hacia una reducción de la huella edificada.
Proyecto concreto
El primer proyecto que desarrolla la OEPI, en el marco del POT, los criterios de priorización y los de emplazamiento consiste en la transformación del estacionamiento de la antigua Facultad de Ingeniería hacia un espacio urbano, que además pretende ser un articulador para las reservas del Río Torres y la del Jardín José María Orozco.
“Entonces, busca de alguna manera hacer un ‘parche’ que articule, por medio de un corredor, estos espacios naturales tan importantes”, explicó Camacho.
Parte del alcance de este proyecto es convertir 2000 metros cuadrados de área que está sellada por asfalto a superficie verde y de 850 metros cuadrados peatonales, prácticamente 800 metros cuadrados se van a edificar con adoquín impermeable.
De esta manera, los proyectos estratégicos que desarrolle la OEPI deberán alinearse con este tipo de objetivos.
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