La UCR produce sus propios árboles para compensación o arborización de sus campus y corredores biológicos
Por: Nidia Burgos Quirós / 1 comentarios / 11 marzo 2022
La Universidad de Costa Rica (UCR), a través del vivero institucional, ubicado en la Finca Experimental de Santa Ana (FESA), que es administrado por la Unidad de Gestión Ambiental (UGA), está produciendo sus propias especies de árboles, algunos de ellos en peligro de extinción, para compensar diferentes áreas en construcción o para arborizar algunas zonas con objetivos específicos y también colabora con distintos corredores biológicos en los que tiene participación.
En este espacio, de alrededor del 29.000 metros cuadrados, se dedica una parte para la producción de estos árboles, partiendo desde la consecución de las respectivas semillas, su germinación y seguimiento del crecimiento hasta que ya adquieren un tamaño específico para ser utilizados con diferentes propósitos en todo el país, pero además se colabora con asesoría a diferentes fincas semilleras y a distintas organizaciones nacionales.
“El objetivo del vivero es dar una solución a las necesidades de la Universidad, no solo en cuanto a árboles, sino también en la investigación y el desarrollo de especies poco conocidas, eso es un aporte no solo a nivel universitario, sino a nivel nacional, porque ese desarrollo de especies tiene que ver con una cuestión no solo de conocimiento técnico, tiene que compartir con productores, con gente que está en las fincas, con el saber de la gente en cuanto a especies, cuáles atraen mariposas, cuáles atraen abejas, cuáles comida para algunas especies”, expresó Héctor Espinoza Villalobos, regente forestal de la UCR y coordinador del vivero institucional.
Precisamente, para Espinoza la amplia labor que se realiza en el vivero es parte del manejo forestal general de la Universidad.
La producción de árboles en el vivero institucional se hace según las distintas necesidades que se han detectado como la arborización interna, la colaboración con corredores biológicos y con otras instancias como la Compañía Nacional de Fuerza y Luz, con la cual a veces se intercambian especies.
Cambio de visión
El vivero de la FESA tuvo al principio un énfasis agrícola, luego de conservación y posteriormente más bien tuvo un concepto comercial en la venta de plantas.
En los últimos años se hicieron importantes avances al construirse un sistema de riego con bombas que favorecen el tomar el agua de un pozo y se mejoraron las conexiones eléctricas.
Fue entre el 2018 y el 2019 cuanto la UGA retomó la actividad del vivero, pero con un concepto muy diferente al comercial, con un énfasis más bien en investigación y desarrollo de especies nativas y poco conocidas o comercializadas en otros lugares donde se venden plantas, según explicó Espinoza.
Algunos de los ajustes que se hicieron bajo la administración de la UGA fueron, precisamente, un cambio de visión, así como en los sistemas de producción y se buscó apoyo financiero de la Vicerrectoría de Administración (VRA), con lo cual ya para el 2019 se logró contar con un nuevo invernadero que tiene un tamaño de ocho metros por 35 metros, y se hizo la planeación y se definieron espacios para el sistema de producción y se empezaron a hacer mejoras.
Entre las mejoras se mencionan la adquisición de herramientas, de insumos y cambiar todo lo relacionado con la fertilización, que se procura que sea más orgánica y no tanto química y en ese mismo año se empezó la producción de árboles.
Sin embargo, algunos aspectos que afectaron inicialmente el proyecto fueron la pandemia por la Covid-19 y la aplicación de la Regla fiscal al presupuesto universitario, lo que hizo que se redujeran los recursos económicos para este proyecto, pero “más bien nos impulsó a todos a que teníamos que ver qué hacíamos”, indicó Espinoza.
De esta manera, se conformó un grupo de trabajo con dos personas que ya trabajaban para la finca y junto con personal de la UGA se empezó a producir y en el 2020 se obtuvieron los primeros árboles que fueron entregados a la Ciudad Universitaria Rodrigo Facio y se consideró la colaboración por compromisos con los Corredores biológicos del Río Torres, el del María Aguilar y el de la cuenca del Río Ciruelas. También, se hizo una pequeña arborización en la Estación Alfredo Volio y se colaboró con diferentes sedes como la del Atlántico y la de Occidente, así como en los recintos de Paraíso, San Ramón y Grecia.
Entonces, la nueva visión se definió que iba a ser de investigación, desarrollo de especies y para estudiar los tipos de árboles que se requerían.
“Y eso requiere como darle vuelta a todo lo tradicional que tienen los viveros, entonces en un vivero comercial usted tiene una lista de especies y esa es una de nuestras críticas, lo que como profesionales hemos visto es que tienen una serie de especies que todo el mundo conoce y generalmente se ofrece lo mismo, sin tomar en cuenta condiciones bioclimáticas, la parte altitudinal, que es muy importante, los suelos y todo este tipo de cosas”, destacó Espinoza.
Fincas semilleras
Dado que se notó que habían pocas especies de altura, que se desarrollen a más de 1.400 metros sobre el nivel del mar, entonces se empezó a buscar semillas y fue así como nació lo que se ha dado en llamar la Red de fincas semilleras, que es un grupo de propiedades con las cuales se ha creado un sistema de colaboración mutua, donde estas proporcionan semillas de diferentes especies y por su parte la Universidad, a través del vivero, les ofrece asesoría para el desarrollo de sus proyectos.
Es así como a la fecha se cuenta con este tipo de colaboración con una finca en Heredia, otra en Palmichal de Acosta, dos en la zona de Los Santos y otra en Siberia, de Pérez Zeledón, cuya relación ha generado muy buenos resultados.
“Con ellos llegamos a un proyecto de trabajo en que ellos nos facilitan fincas para colecta de semilla, nos facilitan gente que conoce ahí la zona y nosotros les aportamos por ejemplo apoyo técnico para sus fincas”, comentó Espinoza, en el sentido de que lo que se busca es tener especies que casi nadie trabaja y llevarlas al vivero y desarrollarlas.
Especies únicas
De este modo, se ha logrado producir por ejemplo una especie de palma, nativa del trópico americano cuyo nombre científico es la Prestoea acuminata, que está en peligro de extinción en el país, la cual se ha logrado rescatar de la zona de Los Santos, de donde se adquririó una plántula.
Asimismo, se está trabajando con árboles de altura como los de la familia Fagaceae: robles encinos y el Lloró, que tiene una flor muy llamativa.
También se está produciendo una especie que fue facilitada en Palmichal de Acota, la cual no había sido reportada para el país y que también está en peligro de extinción y es el árbol de bálsamo conocido como Myroxylon peruiferum, el cual solo estaba identificado para Perú y algunas zonas cercanas al Amazonas.
Para la selección de especies se manejan algunos criterios como la seguridad humana, la funcionalidad del árbol, la alimentación de las personas y de la fauna, el patrimonio natural y cultural y la belleza escénica.
Más logros
Otro de los aspectos que destaca Espinoza es que en el vivero se está reciclando mucha de la materia orgánica que produce la misma finca, en la elaboración de compost, el cual se le agrega al sustrato de los árboles.
“Entonces, estamos produciendo, ahorrándonos unas moneditas, no teniendo que estar comprando algunos sustratos y estamos reciclando material”, expresó Espinoza.
Muchas de estas labores se realizan gracias a la colaboración de personas estudiantes que están inscritas en el Programa de Voluntariado de la UCR, quienes desde el año pasado y a la fecha asisten todas las semanas a la finca y colaboran en diferentes labores como juntar material para el reciclaje, llenar bolsas con tierra para sembrar plantas, deshierbe, fertilización y la experiencia ha sido muy buena según considera el coordinador del vivero. Este trabajo Espinoza lo define como un ‘aprender-aprender’ de parte de todas las personas participantes en este proyecto.
Hacia el futuro se prevé ampliar la producción de árboles, pasando de 4.500 en el 2021 a alrededor de 5.000 para el presente año, así como ampliar la Red de fincas semilleras, continuar brindando asesoría y colaborar con otras unidades de la Institución, así como externas que tienen interés también de desarrollar viveros con especies no tan comerciales y continuar trabajando con la colaboración de estudiantes en el desarrollo de este vivero.
“Entonces, por ahí vamos, yo creo que es un enorme trabajo, es grande porque ahí hay que hacer de todo: a veces ‘volamos’ pala, llenamos bolsas, recogemos basura y a veces tomamos decisiones técnicas”, manifiesta Espinoza.
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